Espectacular modelado del paisaje
En el flanco norte del monte Jaizkibel hay una serie de pequeñas regatas paralelas entre sí, como Inalurreta, Sagatxa, Zubitondo, Arangua, Marguzes y Agindegi, que en su camino hacia el mar han erosionado el relieve formando profundos valles. De esta forma, se ha configurado una espectacular morfología de acantilados que recuerdan el fuelle de un acordeón por su forma en zig-zag, y que se denominan valles en chevron. En algunos casos, las regatas terminan en una pequeña catarata suspendida sobre el acantilado, debido a que la incisión fluvial es más lenta que el proceso de erosión marina del acantilado.
Las características de las rocas de Jaizkibel, cohesionadas por un cemento carbonatado fácilmente soluble por el agua, junto con su configuración en grandes capas de arenisca intercaladas por materiales litológicos más blandos, y la existencia de una red de fracturas, hace que las aguas superficiales penetren en el sustrato rocoso creando una red de aguas subterráneas. Aunque no existe aún mucha información sobre la dimensión y características de este acuífero, sí parece que no se trata de una masa única de agua, sino más bien de diferentes acuíferos menores con un grado variable de conexión entre sí.
Las aguas superficiales, al penetrar por fracturas y grietas, disuelven las rocas llegando incluso a generar simas y cuevas similares a los sistemas kársticos, aunque al ser de menor desarrollo se han denominado pseudokarst. En Jaizkibel se han inventariado centenares de cavidades, la mayor de unos 110 metros de desarrollo. Algunas de ellas están recorridas por corrientes de agua que continúan el proceso de disgregación de la arenisca por disolución de su cemento carbonatado; en algunas zonas, se han descrito unas delgadas láminas por precipitación del carbonato disuelto en las aguas, conocidas como espeleotemas.
Las rocas en su conjunto demuestran que se formaron en un fondo marino abisal de entre 1.000 y 4.000 metros de profundidad, en el que corrientes de turbidez asociadas a abanicos submarinos de procedencia septentrional produjeron el depósito de sedimentos. En las zonas externas de los abanicos, los materiales eran de menor tamaño y se depositaban por decantación; en las zonas internas, los procesos eran mucho más energéticos e involucraban erosión de los sedimentos previos y acumulación de granos más gruesos. Las dataciones han permitido fechar estos acontecimientos durante el Eoceno (Terciario), entre 56 y 48 millones de años.
Durante la etapa inmediatamente posterior al depósito de los sedimentos, se produjo la circulación de fluidos a través de los espacios que quedaban entre los granos. Estos flujos acuosos eran ricos en soluciones minerales, sobre todo calcio, sílice y hierro, que fueron precipitando durante el proceso de endurecimiento de la roca. La precipitación del carbonato cálcico originó el cemento que cohesiona los granos de la arenisca. La sílice creó bolos que resaltan en la roca debido a su mayor resistencia a la erosión, y el hierro dibujó caprichosos bandeados de tonalidades amarillentas y ocres, que al oxidarse da el característico color amarillento, y en algunos casos rojizo, de estas rocas.
La emersión de los fondos marinos
Las areniscas de Jaizkibel, formadas en una profunda cuenca marina, hoy aparecen emergidas y muestran una importante inclinación, que en algunos casos llega hasta 70º. Para comprender la razón hay que recurrir a la dinámica de placas. Hace 120 millones de años la placa ibérica comenzó a rotar con respecto a la placa europea, produciéndose la apertura del Golfo de Bizkaia. El proceso culminó hace 40 millones de años con la superposición de ambas placas y la formación de los Pirineos, lo que generó la elevación, compresión y deformación de los materiales depositados en etapas previas.
Tras la emersión de las rocas, el mar ha ido descendiendo progresivamente, pudiéndose reconocer en el paisaje al menos tres momentos concretos. El más antiguo se sitúa a unos 200-240 metros sobre el nivel marino actual y el biselado casi horizontal del relieve sugiere una antigua plataforma de abrasión. Un segundo nivel, producido hace más de 23.000 años, se encuentra a unos 30-40 metros sobre el nivel del mar y representa otra rasa mareal aunque recubierta de cantos muy redondeados. El nivel más reciente, se halla entre 1 y 2 metros sobre el nivel de pleamar actual, y está caracterizado por superficies erosivas, rellenas de arenas y gravas, de hace unos 2.700 años.