Flora

La parte terrestre de Jaizkibel-Ulia forma un abanico rico en hábitats y en biotopos variados. La distribución de especies vegetales está condicionada por factores edáficos y climáticos, la proximidad del mar y la intensidad de la luz. Aquí encontramos la flora pionera de los acantilados, plantas de brezal y de argomal, marojales y robledales autóctonos. Gargantas y oscuros barrancos con alto grado de humedad ambiental abrigan helechos amenazados.

Acantilados costeros

La flora pionera de los acantilados se compone de plantas adaptadas para sobrevivir en ambientes extremos. Capaces de aguantar el salitre, listas para agarrarse a las rocas y para mantenerse en caso de falta de agua dulce, la vegetación casmofítica persiste. El hinojo marino y el llantén de mar adoptan forma de almohadilla y guardan el agua dentro de sus gruesas hojas. Colonizan los primeros metros del acantilado por encima del nivel de pleamar de aguas vivas. Sus raíces van creciendo dentro de las grietas de las rocas en busca de agua dulce.

Praderas aerohalinas

Las repisas herbosas con menos pendiente de los acantilados acogen una flora de pequeño tamaño. La salinidad del aire y el viento causan un ambiente seco. La vegetación está compuesta de gramíneas como la resistente Festuca rubra. Aquí florecen la Anthyllis vulneraria con hojas y tallos peludos y el clavel marino, endémico del País Vasco (Armeria euskadiensis), con pequeñas hojas cubiertas de cera. Sobre un suelo esquelético y bajo la amenaza de desprendimientos, estas plantas son las primeras que forman un tapiz continuo.

Brezales costeros y argomales

La parte alta de los acantilados está cubierta de landas secas, de brezales y argomales costeros. Las dos familias botánicas de las que provienen, la de las ericáceas y las fabáceas, fijan el nitrógeno del aire y pueden crecer en suelos pobres en materia orgánica. Su forma almohadillada frena el viento y sus hojas de tamaño reducido ayudan a disminuir la evapotranspiración. Las landas están colonizadas por el helecho común que se encuentra más en las zonas pastorales y de siega.

Marojales y robledales

Los espacios más alejados del mar y abrigados de los vientos dominantes permiten el desarrollo de bosques autóctonos de tipo marojal-robledal. Dos robles de hoja caduca son los característicos de estos ámbitos. El marojo, árbol pionero adaptado a la parte alta de las colinas, a la sequía y al suelo arenoso, y el roble pedunculado, que prefiere suelos más profundos y con más humedad. Ambos van acompañados por el asfódelo. El marojal ha sido sustituido por el cultivo de pinos pero gradualmente se está trabajando en su recuperación.

Barrancos y abrigos

Una flora muy peculiar vive en los barrancos que bajan al mar en la vertiente norte y dentro de las grutas formadas por bloques desprendidos. Musgos y helechos encuentran allí circunstancias ambientales húmedas, templadas y oscuras. Varias especies rarísimas forman parte de esta flora: Vandenboschia speciosa, Hymenophyllum tunbridgense y Woodwardia radicans son algunos de los helechos paleotropicales más amenazados de Europa. Estas especies están protegidas y es esencial conservar y respetar sus hábitats.